martes, 3 de octubre de 2000

Carta al Renacimiento


3 de octubre del 2000

Parte I

… Y fue entonces que el mesero preguntó: “¿Se le ofrece algo?”, a lo cual yo, neciamente mentí… “Estoy bien, gracias”. Por Dios, no estoy bien, ¿por qué habría de estarlo?, le mentí y engañé a la persona que más me ha dado en la vida y peor aún me mentí y me defraudé a mí mismo…


Parte II

         Esto que escribo para mis adentros hiere y perfora mi sentir. Tan sólo pensé que había encontrado la fórmula de la felicidad: “Tu sonrisa”. Pero todo en esta vida termina, y así, tu sonrisa también se extinguió. Tanto dolor te causó este pobre e iluso soñador. No sé en qué momento perdí la felicidad que me ocasionaba el verte, el abrazarte, y así, con el paso del tiempo, día a día, te enfrentaste contra un muro de roca sólida.
         No recuerdo bien la razón de mi absentismo, las causas, ni mencionarlas. Pero puedo crear una línea imaginaria que relate nuestra historia. Para empezar, como tantos escritores dicen, hay que hacerlo por el principio. Todo comenzó como en cualquier película de bajo presupuesto, en donde el “teaser” o primicia básica es una mirada reflejada en el espejo retrovisor de un auto, gracioso es que no era mi mirada aunque vaya si era mi coche. La mirada del retrovisor incluía una sonrisa pura, como la de los niños que no tienen en mente la definición de la palabra “amargura”, misma que fue punto sustancial en éste, nuestro relato.
         Te decía, una sonrisa tan clara como la fugacidad del viento. Una sonrisa  que me invitaba a reconfortarme en sus delicias. Segundos más tarde un abrupto pensamiento desvió mi atención hacia otra parte, bueno, no sé si fue ese dolor en el pecho o fueron las palabras que venían de una dulce voz de mujer, de una persona que uniría nuestras vidas. En efecto era la voz de una amiga mutua, según lo que entiendo tu mejor amiga, Merarí, su voz melodiosa y ensoñada tan sólo murmuró: “ese que viene ahí es mi mejor amigo”. Silencio, no más pensamientos, un color blancuzco y meditabundo y ahí estabas al lado mío. “¿Me sigues?” preguntó otra voz, no tan cadenciosa como la anterior, más bien chillona y molesta. Después de afirmar la respuesta evocada a causa de aquella pregunta tan sólo seguí, con dificultad por la lentitud del conductor seguido, al coche que albergaba en él a la persona que me mostraría que una sonrisa en verdad trae detrás de ella la felicidad... TÚ.
         En este instante hago un freno definitivo para especificarte una sola cosa. Mi hipótesis de felicidad, nacida bajo tu signo y tu alegría, se vio cegada por el infortunio de mi verdad. No quisiera adelantarte los hechos descritos puesto que, aunque tú ya los conoces, perdería el rumbo de ésta descripción autocrítica de mi tan nombrada falta de atención y dedicación. Así que una vez aclarado el punto, regreso a la columna vertebral de ésta anécdota.
         Te decía que ese instante de ensoñación divina y seductora, se incubaría para dar paso abierto a una historia mutua, o ¿debería llamarla tragedia? El siguiente momento crucial fue llegar a un bar denominado “mix” por los entes que lo habitan por espacios temporales, cerrándose el ojo uno a uno y sonriendo bocas inexpresivas de la manera más desagradable que pudiera imaginar, todo un mercado con sus implicaciones. Más por vez primera ese mercado tenía una valiosa pieza de arte, enmarcada en cuadro de oro y amistad. ¿Te pregunto cuál es tu nombre o tan sólo te llamo mío, tan hermoso? Ok, Fernando, nunca un nombre tan común pudiese caer en una persona tan irreal por lo incomprobable de su estirpe. ¿Este es el momento en que te ataco con ironías para destruir tu inmaculada belleza?, ciertamente lo fue, más sin embargo tu belleza no moría, crecía e inundaba mis dudas con más tristeza, tristeza por lo irreal de poseerte, por lo lejano que parecías. Pero más temprano que tarde fuiste de mí y yo era completo de ti. ¿Recuerdas que te robé un beso aquella otra tarde?, “Amores de perros, de perros amores”, ¿qué realidades se escondían tras esas notas tan escuetas, rellenas de una desagradable voz gritona y seguidas de una voz hermosa y melódica? Te robé mil besos después de esa noche. Te soñaba constante en mi mente, despertaba abrazado a tu cuerpo. Cuando no te veía no me sentía completo. Ahora sí podemos avanzar al siguiente escenario...
         Corrían tiempos violentos en mi hogar, mi mente huyó de ti y se encerró en el destierro, en mi lectura. Hay algo que quiero compartirte, en verdad nunca he creído en mi felicidad y cuando creo tenerla me da miedo y huyo de ésta. Me sentí confundido ya que a pesar de mis problemas, mi felicidad seguías siendo tú, sigues siendo tú aunque esto ya no tenga importancia. Me sentía abatido, solitario y no quería arrastrarte a mi desdicha. Por fin entiendo, tarde, que mi desdicha te arrastraba sin requerirlo. Ahora entiendo que lo que me dañaba te dañaba de igual manera. ¿Alguna vez te has sentido como que no correspondes a este lugar, has sentido el frío en el alma, te has sentido sólo y vacío a pesar de toda la gente que te quiere? Yo vivía esos momentos con desdén y odio porque sabía que en vez de que los malos ratos nos unieran más, nos despedazaban, dejándonos tan lejos el uno del otro.
         Pasaré a un pedazo de la historia que no te había dicho. Un tabú social que degenera el amor y el cariño, sí... el sexo. Lo nuestro en la cama no cabe en esa definición tan escueta y rancia, no era sexo, era amor, dormía en tus brazos soñando con tu pelo y tu figura. Y el despertar, todavía mejor, un hermoso abrir de ojos y encontrarme con tu cara y después me brindabas tu sonrisa, tu caricia y todo encontraba sentido a tu lado. No sé qué tanto percibías en mi letargo, no sé cuántas imágenes degustabas mientras roncaba tranquilo, olvidando mi dolor y mi agonía. ¿Te cuento un secreto?, contigo conocí algo denominado “soñar o dormir instantáneo”. Sabes que sufro de insomnio y sabes que me cuesta trabajo dormir. Mis problemas de sueño son porque mi mente no descansa y estoy en constante meditación por la vida. Pero a tu lado pude saber lo que es dormir sin preocupaciones, mi pequeño guardián vigilaba mi sueño, y si alguna pesadilla tratara de destruirme, ahí estarías tú para abrazarme... ya no lloraría en silencio.
         No quiero perder el hilo, ni la historia entre mis pensamientos, por eso regreso al principal motivo. Una pequeña gran batalla librada en mis sentidos. Mi enemigo... la razón y el miedo, mis débiles aliados: el corazón y la ironía. En este campo de guerra llamado mente humana, había una sangrienta batalla para derrocar mi felicidad... lo sabes... perdí.
         Mi refuerzo más grande, tu persona, llegó muy tarde y no se pudo despedir, así morí entre tus brazos. El electrocardiograma emitía débiles sonidos antes de tu llegada, antes de que en aquel chat, bajo un nombre anónimo, me pidieras con arrebato una señal de amor que evitara lo inevitable: nuestra separación. Como te dije yo ya no estaba bien, sin embargo trataba estúpidamente de utilizar mi último suspiro o aliento de vida para abrazarme fuerte a tu cuerpo y revivir. Mal pensado, táctica no viable, olvidé abrazarme a mí, y así, después no de engañarte sino de engañarme a mí mismo, mi alma flotó ya sin rumbo, perdiendo la sorpresa con que encontré la luna en mi cabeza. Aquella sorpresa que grita tan fuerte: “Hey, estoy aquí, soy un ser excepcional, he logrado la inmortalidad con la dulce ensoñación de un mundo nuevo, feliz, un mundo donde el rencor y el dolor desaparecieron”. Pues tarde veo que no se habían ido, siguen aquí.
         Desde aquel día en que vi tu mirada por mi retrovisor, supe que no sería el mismo, no era ya yo mismo. Era uno de esos seres utópicos que sólo creemos en la irrealidad de la narrativa, de esos héroes indestructibles que viven a través del tiempo y las distancias. Pero cada Sansón tiene su Dalila, cada Superman cae ante la luz intermitente de las verdes rocas espaciales, y así, cada ser humano, por increíble que sea, tiene sus errores. El mío, irreparable. Aquella mañana no pensé conscientemente en ti, no esa vez. Me dejé llevar por los despojos de una antigua historia en la que tu personaje tan sólo era una fantasía, algo intangible. Y mi voraz equivocación fue inintencionada, irracional, un arrebato del yo que sufre y que nunca tiene suficiente. No me quejaré de mi estupidez y aunque nunca me arrepiento, lo hago por vez primera. Pero sabes una cosa, el destino es tan inteligente y tan cruel, trabaja con mano de hierro y corazón de hiel. Así, fue él mismo quien te puso en aquel reflejo y fue él también quien te arrebató bruscamente de mi lado.
         No soy de los que lamen sus heridas y se destierra a la insensatez y eso es lo que me da fuerza para escribirte. Pedirte que me perdones es causa necia, ¿cómo puedo pedir algo que yo mismo no me puedo brindar? Tan sólo te puedo pedir una cosa, con el corazón en la mano y la cabeza gacha... algún día, cuando me mires y el odio no fluya en tu existir, bríndame una sonrisa y déjame volver a vivir.





Parte III


         Como pudiste leer hasta este punto, el amor que por ti sentía fue desapareciendo, así como nula se hizo tu sonrisa. No me podrás culpar de todo, sabes que una relación es de dos. Yo tan sólo te cuento la parte que me corresponde, tú sabrás la otra mitad. Ahora sólo me duele tu inmadurez, ya que ésta misma me hace ver algo que nunca quise entender. ¿Ves lo gracioso del asunto?, en verdad no me amabas, tan es así que no te duele el corazón, sí el orgullo. Pero todo esto yo lo sabía desde hace ya tiempo, me encanta engañarme y pensar que todo marcha, no fue así. Pero cierro esta historia, al fin, con la rúbrica de lo que en este momento siento: Triste es ser herido por la persona que amas pero más triste es escudar tu propia culpa eximiéndola con las fallas de los otros. Espero que algún día logres entenderlo y ya que crezcas podrás entender lo puto y maldito que es el amor. Te lo dice alguien que lo sabe, lo ha vivído… y, ¿sabes?, seguiré viviéndolo y seguiré disfrutando su sufrimiento pero con las enseñanzas que me brinda la vida. Cada error de mi persona me hace más grande, ¿puedes decir lo mismo?. El que esté libre de culpas que arroje la primera piedra. Las has arrojado y los tuyos te han seguido, espero que su consciencia esté tranquila. Lo digo porque las piedras que se arrojan con culpas no hieren y hasta ahora, ninguna de ellas me ha herido.






                                                    Sáinz