jueves, 31 de mayo de 2012

El innombrable


          Sábete de mi sufrimiento, que de corromperme tanto,
he corrompido al tiempo. Entérate de mi derrota,
que en labor vuela como gaviota.
          Y trágate mi existencia, si no comprendes
no es culpa de mi inocencia, es culpa de lo sociable,
del vehemente fruto de tus grandes ciudades.
          Ignora cuánto has sabido, si te duele no es por mi,
no me has vencido. Ante tiempos he caminado,
los más inconvencionales me han poseído.
          Y seguiré al final de los inviernos,
¿no querés probarme?, sábete los infiernos.
Y si de mi miel, tanta hiel provocas, peor de ti,
ya el derroche de tu vida alimenta mi antorcha.
         Que del amor que no se podé decir su nombre,
las batallas el fuego acrecientan, si no has de tomarme a tientas,
el otoño en tu boca has bebido.

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